Una de las grandes ventajas que tiene mi profesión es poder profundizar en el conocimiento humano, en sus peculiaridades y en sus diferentes maneras de ver las cosas. Conforme más me adentro en ello, más me percato de los distintos tipos de pensamientos, sentimientos, principios y valores que existen. Vivimos en una pluralidad absoluta de formas de ver y entender la vida, en la que casi todas tienen cabida.

Pero quizás, uno de los puntos en común en el que todos coincidimos pueda ser el sentimiento que tenemos hacia nuestras madres. En algún momento de nuestras vidas, hemos dicho frases del tipo “como mi madre, ninguna”, “mi madre es la persona más buena que he conocido”…

Pues bien, este artículo va dedicado a la mía… a la MEJOR MADRE DEL MUNDO.

Los que me conocéis de manera más personal, sabéis que he sido y sigo siendo un defensor acérrimo de la mujer y de todo lo que tenga que ver con ella. Siempre las he considerado como “seres” con una sensibilidad especial y una manera única de entender y disfrutar la vida. Y en este grupo, las madres están en lo más alto.

Llevamos toda la vida debatiendo si existe la suerte, si hay personas que tienen mayor azar que otras, si esa suerte se busca o se regala… Pero lo que sí es cierto es que nacer en una familia u otra sí es una decisión del destino que tenemos que saber gestionar de la mejor manera posible. No todos hemos tenido la inmensa suerte de “caer” en una familia donde poder recibir lo necesario para ser educados adecuadamente. Y yo, sí he tenido esa suerte.

Dentro de esa educación, y de su parte más emocional, se ha encargado fundamentalmente mi madre. Ella ha sido la causante de que mi “lado femenino” y sentimental esté muy bien desarrollado. Y esto es algo que te tendré que agradecer eternamente. Supiste transmitirme el respeto, el cariño y la empatía hacia los demás como nadie, sobre todo hacia las personas más indefensas y desvalidas.

Una persona que te escucha a cualquier hora del día, que no se rinde jamás, que sabe leer tu lenguaje no verbal como nadie, que DA sin pedir ni medir lo recibido, que defiende y genera los buenos momentos familiares, que afronta los malos momentos con entereza y firmeza, que tiene un amor inagotable para todos… una persona así, es digna de admirar y respetar.

Como madre, no puedo ponerte pegas. Como pareja, me has enseñado a enaltecer a tu compañero de viaje. Como profesional, me has demostrado que se puede amar a la profesión a pesar de los avatares de la vida. Como hermana, a que hay que ocuparse por mantener la familia unida y en buen estado. Como tía, a ser una verdadera madre. Como amiga, a entregarte sin medida. Y como hija, a respetar y ensalzar las cualidades de tus padres.

Pero desde mi punto de vista profesional, y teniendo en cuenta que probablemente estés viviendo el peor momento de tu vida, aquí sí tengo que quitarme el sombrero: estás demostrando que sigues siendo la mujer valiente y luchadora de siempre. Estás sabiendo llevar tu duelo con entereza, firmeza y tesón. En definitiva, estás haciendo que tus hijos se sientan cada vez más orgullosos de ti y que seas todo un ejemplo para las personas que te admiran y te quieren .

Por todo esto y por mucho más, te QUIERO, te ADMIRO, te RESPETO, te NECESITO, te VALORO… te ADORO. Sólo espero poder estar a la altura como hijo de todo lo que me das y poder seguir aprendiendo de ti cada día.

Termino con unas letras de un autor que admiramos los dos y que resumen a la perfección mi sentimiento por ti: “la Tierra sería la gloria, si se escribiera la historia, con heroínas como MI MADRE”.

GRACIAS por ayudarme a vivir

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