«Me llamo Mario, tengo 8 años, y mis padres me dijeron hace una semana que ya no se querían como antes, que papá se iba a vivir a otra casa, pero que me seguían queriendo igual. La verdad es que yo me imaginaba que esto iba a pasar desde hacía tiempo; mis padres nunca se han llevado bien, siempre han peleado mucho en casa. Han gritado mucho y he visto cómo me mandaban a mi cuarto mientras ellos seguían chillando».

Este es un relato de un niño que atendí en consulta hace tiempo, pero que podemos encontrar, por desgracia, en muchas de las familias de la actualidad. El número de separaciones en nuestro país sigue aumentando año tras año, sin encontrar la manera de controlarlo.

El mayor problema aparece cuando hay menores que sufren las consecuencias. Estamos hablando de niños, de personas indefensas, con mentes en pleno desarrollo. Por tanto, desde mi humilde entender, hay muchos padres que no son del todo conscientes del daño que le están provocando a esos niños cuando deciden dar el paso de una separación mal llevada.

La manera con la que se lleva a cabo dicha separación va a determinar, en gran medida, los efectos que el proceso generará en esos niños. Todos entendemos que los sentimientos por otra persona pueden llegar a desaparecer en un momento dado, pero no se puede olvidar que no solamente estamos hablando de romper una relación, sino una familia. Por tanto, y a partir de ese momento, la actitud de las dos personas es crucial para los intereses de los menores.

Preguntas del tipo ¿os separáis por mi culpa?, ¿ya no me vais a querer igual?, ¿el novio de mamáes mi nuevo padre?,… son muy comunes en los menores en este tipo de procesos. Por ello, hay una serie de pautas que los padres tendrían que cumplir para evitar que ese tipo de pensamientos, se convirtieran en futuros traumas mentales para los niños. Algunas de ellas son:

  • comunicar la decisión al niño por los 2 padres a la vez, teniendo en cuenta de no hablar de culpables ni expresar sentimientos de tristeza durante dicho momento.
  • exculpar al niño, de manera muy explícita, de toda responsabilidad.
  • programar una actividad (ilusionante para el niño) de toda la familia para el momento posterior a dicho encuentro (y mantenerlo de manera periódica durante varias semanas).
  • no hablar mal de ninguno de los padres al niño, ni por parte de la otra persona, ni por parte de las familias.
  • evitar presentar a las nuevas parejas hasta pasado unos meses. Cuando ocurra, hacerlo de manera MUY sutil.

Los niños no pueden pagar las consecuencias de los problemas de pareja. Los padres, independientemente de donde vivan, tendrán que seguir ejerciendo los roles de padres en todo momento. Además, tendrán que evitar poner trabas absurdas a la otra persona para ver a los niños.

No esperemos que los niños mantengan un comportamiento adecuado y responsable en una situación de este tipo cuando los padres, normalmente, no lo cumplen entre ellos.

Entiendo que tomar la decisión de concluir definitivamente con la pareja no es nada fácil; pero una vez tomada la decisión, la persona tiene que tener claro que, en ese momento, empieza lo realmente complicado y, por tanto, su actitud, su esfuerzo y su talante tienen que volverse exquisitos.

Si queremos evitar que los niños acaben acudiendo a un Psicólogo cuando sean mayores, identificando como culpables de su mal a esos padres que no supieron hacerlo de la manera adecuada durante la separación porque pensaron más en las guerras personales, en los reproches, en la lucha de poder, en las posturas extremas por ver quién puede más,…en vez de comportarse de manera madura y pensar en sus hijos, POR FAVOR seamos sensatos y adultos no solamente para decidir empezar una nueva vida.

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