Estudiar no tiene por qué convertirse en un suplicio para el alumno; es cierto que, a ciertas edades, la motivación por aprender no está en sus niveles más elevados. Pero no es menos cierto que las técnicas y pautas de un estudio sano ayudan a mejorar el rendimiento y esfuerzo de los niños.
Hay que tener en cuenta varias facetas del estudio: la primera, es la faceta personal: aspectos como la atención, la capacidad, la inteligencia, la motivación o el estado psicológico influyen de manera determinante en el estudio. Habrá que evaluar el estado de cada uno de esos factores e intentar equilibrarlos de la mejor manera posible.
Si tenemos alguna preocupación o sentimos un excesivo malestar, la concentración para estudiar se verá afectada y disminuida; por ello es prioritario, en la medida de lo posible, afrontar el problema e intentar orientarlo o resolverlo antes de ponernos a estudiar, buscando ayuda si es necesario.
Sobre la motivación, habrá que preguntarse ¿por qué estudio yo?, ¿qué motivos tengo para hacerlo?, ¿a corto, a medio y a largo plazo?, ¿estudio por presiones familiares o sociales o porque realmente lo he decidido yo?, ¿cómo sería mi vida si no estudiara? Es importante decidir personalmente sobre los motivos reales que tiene cada uno para estudiar, diferenciándolos de los motivos sociales que nos inducen a hacerlo; con esto se consigue que la decisión que tomes sea personal y, como tal, asumas tu responsabilidad en lo que haces y decides. Es útil confeccionar una lista con los motivos (creíbles) que tienes para estudiar y tenerla siempre cerca, en tu mesa de estudio, en tu carpeta, utilízala de marca-libros,…
Cuando el estudiante no obtiene los resultados esperados, lo primero que se cuestiona es su capacidad: ¿serviré para estudiar? Pero en la mayoría de los casos estos fracasos son debidos a unas inadecuadas técnicas de estudio o a otros problemas enmascarados que le dificultan la concentración.
El segundo factor a tener en cuenta se corresponde con la faceta externa, sobre todo el lugar de estudio. Algunos consejos: ha de ser fijo, personal, aislado y ordenado. El cuidar el sitio donde se estudia nos va a facilitar la concentración y nos va a ayudar a mantenerla más tiempo. Este lugar lo hemos de preparar con mimo, va a ser nuestro lugar de trabajo, por lo tanto tiene que invitarnos a permanecer en él y no a huir lo más rápido posible. Tengo que cuidar pues mi mesa, procurando que esté ordenada, mi silla, que no sea demasiado incómoda, pero que tampoco sea un comodísimo sillón o la cama. La luz, debe entrar por el lado contrario al que escribo; también una adecuada ventilación facilitará nuestra oxigenación y evitará que caigamos en el sopor. Es aconsejable que el lugar en el que estudiamos sea siempre el mismo y que en él no realicemos ninguna actividad que no sea estudiar; como ver televisión, leer lecturas de ocio etc. Esto nos facilitará que al sentarnos en él nuestra mente se concentre mucho más rápidamente. Si nos distraemos, no debemos permanecer en el lugar de estudio, lo adecuado es levantarse y no volver a sentarnos hasta que no estemos dispuestos a seguir estudiando. Es cuestión de crear hábito, no importa que al principio tengamos que levantarnos muchas veces.
Si ponemos en práctica dichas pautas, se mejorará el estudio y los resultados académicos. ¡No sientas que el estudio no va contigo!
(seguiremos profundizando en este tema)