La sociedad actual se caracteriza por “etiquetar” todo o casi todo lo que “pilla”; frases habituales como: “¿doctor, dígame qué tengo?”; o “esa persona es una…”; o “mi niño tiene un trastorno de…”, las encontramos diariamente en cualquier conversación social. Y normalmente, en esa etiquetación, caemos en el error de considerar términos neutros como negativos.
Cuando hablamos del rencor, lo interpretamos como algo “malo”, fuera de una conducta normalizada y sana. Pero si no tenemos una pizca de esa faceta, nos volvemos olvidadizos, con el consiguiente riesgo de que vuelvan a hacernos daño por el mismo motivo, hecho que frustrará a la persona en niveles ilimitados.
Cuando hablamos del amor, lo catalogamos como “bueno”; pero si una madre da exceso de amor a su hijo, ¿no lo está sobreprotegiendo? Y este hecho llevará a grandes consecuencias para el desarrollo psicológico del pequeño.
Cuando nos referimos a la empatía, la etiquetamos como algo positivo. Pero la persona que no controla dicha capacidad, ¿no está incurriendo en una hipersensibilidad que le hará sufrir por más situaciones y en mayor medida de lo normal?
En definitiva, la mayoría de los términos que utilizamos coloquialmente tienen un componente más neutro de lo que pensamos. Y uno de ellos, es el egoísmo, tan denostado y odiado por nuestra sociedad. En este caso ocurre el mismo proceso; si nuestro comportamiento se caracteriza por ser “poco o nada egoístas”, estamos cometiendo una falta de amor hacia nosotros mismos, que nos pasará factura en nuestra relación con los demás.
Toda persona posee, de manera inconsciente, un “listado mental de prioridades”. En dicha lista, tendremos que comprobar que la primera posición la ocupamos nosotros. No hablo de que sólo estemos nosotros ni que siempre estemos los primeros; me refiero a que en alguna lista tendremos que aparecer en primera posición. Y si no es en la nuestra, ¿en cuál será?
Tenemos que atendernos, cuidarnos, pensar en nosotros, en lo que realmente nos hace feliz,… en lo que necesitamos. Este pensamiento, siempre que no se lleve a una generalidad, es necesario para nuestro desarrollo psicológico. En este proceso, es fundamental saber decir NO sin que nos genere desgaste.
No intentes vivir para los demás; no pienses que nuestra función en esta vida es salvar a alguien; no creas que eres mejor persona por estar siempre dispuesto a lo que te soliciten. Nuestro objetivo es ser feliz, y desde nuestra estabilidad emocional, implicarnos y ayudar a los demás. Pero ¿empiezas por tí?
Me ha encantado este artículo.
"Todo en su justa medida".
A veces cuesta ponerse el primero en la lista porque es una forma de aceptar que ya no está en ti el poder entregarte totalmente a ayudar a esa persona y una sensación de "traición" puede inundarte. Es un "Me voy, ¿te vienes o te quedas?" Y el "te quedas" siempre duele porque te asalta la duda de si podrá salir alguna vez de ese lugar sin ti.
Cristina
Quizás a todos estos términos se les podrían aplicar la frase "nada es verdad ni mentira, todo es del color del cristal con que se mira" y añadir también que
depende de la intensidad con que se aplican.
Sin duda es así. Todo en esta vida es según la perspectiva con que se miren las cosas. Tenemos que huir de los extremos y encontrar los puntos intermedios. Además, haciendo eso, conseguimos que los demás asuman su responsabilidad y les ayudamos a mejorar sus capacidades.
Ahí está, según mi punto de vista, la dificultad, encontrar el punto medio, a partir de qué momento estoy siendo poco o demasiado egoísta?
Te ayudará mucho a encontrar ese punto medio los puntos de vista de los demás. Quizás para alguien estés siendo muy egoísta, pero si consultas a las personas que te aprecian y recabas toda esa información, encontrarás el punto adecuado.
Además, esto es un proceso de aprendizaje. Al principio, necesitarás del consejo de los demás; pero esa necesidad irá pasando conforme lo vayas perfeccionando.