Vuelve… a casa vuelve… por Navidad♪. Está claro que hay canciones que forman parte de nuestras vidas, y ésta es una de ellas. Con sólo escuchar los primeros acordes, recordamos el famoso anuncio de Navidad

que, por cierto, no cambia desde que yo tengo uso de razón…

Para los más despistados, diré que el anuncio trata de una familia durante su cena de Navidad, en la que aparece ese familiar que lleva lejos de casa bastante tiempo y regresa para estar con ellos. A partir de ese momento, todo es júbilo y alegría.

En estas fechas que se aproximan, son muchos los anuncios que proliferan en la parrilla televisiva con este mismo tipo de mensaje: reunión masiva alrededor de una mesa, familias unidas y en armonía, mesas montadas con todo tipo de alimentos en cantidades desmesuradas… Y sin darnos cuenta, este tipo de mensajes que llevamos escuchando tooooda la vida, nos condicionan de tal manera que terminan presionándonos para cumplir unos requisitos y sentir que la estamos viviendo como debemos.

¿Y si no tuviera que ser siempre así? ¿Y las familias que no disponen de todas esas condiciones? ¿Habéis pensado cómo se pueden llegar a sentir? Seguramente, muchos de los que estáis leyendo este artículo os ocurre algo parecido. No quiero ser catastrofista en mi manera de entender la Navidad; al contrario, mi sentido de la Navidad está muy desarrollado gracias a mi familia. Pero me pongo en el lugar de tantas y tantas familias que no pueden cumplir con esos condicionantes sociales y que siguen viendo cada día en televisión una realidad que no tienen.

En muchas ocasiones dicho familiar tan esperado nunca llega; esa familia sólo tiene 1 o 2 miembros; la relación entre todos ellos no es tan maravillosa como aparece en el anuncio; su mesa no está tan llena de alimentos lujosos… Esas familias son muchas a día de hoy. Me encantaría ver anuncios en los que un padre y una hija montan el árbol de Navidad y se sienten felices el uno con el otro. O en el que aparezca un comedor social donde todas las personas allí reunidas se sientan acogidas y acompañadas. O el chico que no puede volver a su casa y encuentra en su entorno cercano una segunda familia con la que compartir esos momentos… Creo que hay que tener un poco más de empatía con las personas y saber que este tipo de mensajes ayudarían más de lo que pensamos.

La Navidad es un período que tiene que ir más allá de todo eso. Quitando la parte religiosa (que le aportará a la persona que tenga sus creencias), estas fechas tienen que ser una excusa perfecta para disfrutar en mayor medida de lo que tenemos. No es cuestión de tener que cumplir unos cánones para que sea completa, socialmente hablando; es cuestión de extraer el “jugo” a cada situación que se presente.

Si tu familia está incompleta, y entendiendo que es una situación muy difícil de llevar, piensa que seguramente lo será mucho más cuando esas personas, con las que puedes compartir hoy esos momentos, no estén por algún motivo. Disfruta de ellas, quítale importancia a esas rencillas del pasado… toma la decisión personal de querer disfrutar de ellos.

Si tu mesa no se compone de lo que te gustaría, no te apenes por ello. Vuélvete creativo y sorprende con decoración y comida creada por ti. No hay nada mejor y más valorable que hacer las cosas por uno mismo.

Si no tienes un círculo social con el que hacer comidas de Navidad, ni cenas de empresa ni nada por el estilo, quizás sea el momento de dar ese paso y acercarte a esa persona que tienes cerca. La vida la escriben los valientes, y recuerda: es mucho mejor para la mente haber intentado algo aún sin conseguirlo, que no haberlo probado nunca.

Si no tienes dinero para comprar los regalos que te gustarían, vuelve a ser creativo. Utiliza tu imaginación, tus manos, tu ilusión. Busca en internet regalos originales hechos a mano, ponle tu corazón y tu tiempo, sorprende a esa persona con algo que no se espera: le dará valor para toda la vida.

En definitiva, la Navidad es mucho más que parafernalia y reuniones familiares perfectas. Todos tenemos de qué quejarnos en estas fechas, pero también tenemos de qué alegrarnos. Valora lo que tienes y aprovecha este momento para mejorarlo.

Siempre digo que cualquier momento es bueno para decir un “Te quiero”; un “Te necesito”; un “Me encanta que estés en mi vida porque si no, no sería lo mismo”; un “Gracias por todo lo que me das”… No dejes pasar la oportunidad de salirte de las influencias externas y darle el verdadero valor que merece a lo que tienes.

¡FELIZ NAVIDAD!

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