Desde que somos pequeños y comenzamos a utilizar nuestra consciencia, oímos cómo deberíamos cuidar nuestro cuerpo y cómo mantenerlo en forma. Son los distintos referentes educativos y sociales los que se encargan de esta labor, intentando crear en nosotros el concepto de mantenimiento de la salud.
De todos es sabido que nuestro país no pasa por su mejor momento. Pero teniendo en cuenta lo que hemos avanzado o dónde deberíamos haber llegado, el resultado, aunque siempre mejorable, no creo que sea del todo negativo.
Pero me llama la atención cómo algo tan importante como la educación de un país no se mantiene estable y se forja como un pilar inamovible a lo largo de los años. No tengo el dato exacto (y temo conocerlo), pero seguramente seamos uno de los países que más veces ha cambiado de sistema educativo a lo largo de su historia democrática.
No entraré en debates políticos por ser un ámbito que no me compete. Me referiré exclusivamente a una de las carencias más importantes que, desde mi entender, presenta dicho sistema educativo: el cuidado de la mente. Como decía anteriormente, la sociedad nos bombardea constantemente en cómo cuidar nuestra salud física, independientemente de si lo hagamos o no. Pero nadie nos dice cómo debemos cuidar nuestra mente.
La mente es la pieza clave de nuestro cuerpo. Siempre digo a mis pacientes que tenemos que protegerla como un verdadero tesoro, ya que permanecerá con nosotros hasta el fin de nuestros días, y la calidad de ellos dependerá de cómo la hayamos cuidado. Y aunque la mente tiene grandes propiedades, también presenta una a la que hay que atender: es finita.
Muchas personas acuden a la consulta manifestando una serie de síntomas sin saber cómo han podido llegar a ese estado. Y mi respuesta más habitual es decirles que su mente se ha cansado, se ha sentido superada por los sucesos que ha vivido y sufrido.
Este es el motivo por el que acudir a un Psicólogo debería ser algo habitual, socializado y normalizado. Al igual que cuidamos todos los aspectos de nuestro día a día, la mente requiere la misma atención, o más aún. Pensad que nuestra mente está expuesta, desde que nacemos, a un sinfín de situaciones emocionales que van “minando” esa fortaleza mental. Es normal que llegue un momento en el que se agote y comience a quejarse. Y al igual que cuando una parte de nuestro de cuerpo se lesiona por sobreesfuerzos, la mente lo hace con síntomas psicológicos: ansiedad, depresión, pánico, fobias, manías, baja autoestima, sentimientos de inferioridad, complejos…
Pues bien, el principal objetivo que deberíamos considerar para lograr ese cuidado mental es evitar las frustraciones. Es lo que vulgarmente denomino como el “cáncer de la mente”. Cuando nos frustramos, comienza a desarrollarse en nosotros una espiral de debilitamiento mental de nuestras capacidades que normalmente acaba afectando a la autoestima, a la felicidad… incluso a la percepción de la vida.
Muchas personas sienten que no son capaces de “esto o aquello”. Otras, que no han nacido con determinadas capacidades, o que no han sido tocados por la varita mágica de la suerte… Cuando en realidad, lo que les ocurre es que han tenido una vida llena de frustraciones.
Por tanto, hablamos de una parte esencial de nuestra fortaleza mental. Y hay que saber y querer cuidarla. Para ello, existen diversos parámetros a tener en cuenta en función de las peculiaridades de cada caso; no obstante, el denominador común es la adecuada “gestión de las expectativas”. No podemos pretender que las cosas salgan como esperamos… ni que las personas de nuestro alrededor se comporten como debieran… ni que nuncaenfermemos… ni que nuestro jefe nos valore de manera justa… ni que nuestro hijo se convierta en nuestro proyecto de vida… Mostramos expectativas cada día a cada instante.
Podríamos hacer un extenso listado de situaciones que esperamos de alguna manera y que no llegan a materializarse. Pues imaginaos toda una vida así; la mente acabará por cansarse, por esperar recompensas que nunca llegarán a producirse, por volverse insegura al no poder confiar ni en ella misma. Y eso va haciendo mella y debilitando su fortaleza.
Como antes comentaba, son muchos los factores a tener en cuenta para mantener una mente en forma, pero este es un pilar imprescindible. Sed cautos a la hora de marcaros objetivos cotidianos. Es cierto que tenemos que ser ambiciosos para continuar creciendo como personas, pero con la objetividad por delante, por favor. Las cosas NO tienen que ser de una manera concreta; en ningún sitio está escrito que tenga que ser así. Las cosas son como son, y punto.
Si dejáis de esperar esos resultados y os dedicáis a aceptar y disfrutar todo lo que la vida os presenta, estaréis cuidando la salud de vuestra mente.