La mayoría de nosotros hemos pasado por esa sensación de sentirnos examinados y evaluados por otra persona, en el punto de mira de opiniones sobre nosotros o nuestro comportamiento. Y normalmente, dichas sensaciones, no han sido muy agradables. La persona que recibe la crítica la toma como un ataque, una intromisión a su privacidad, una actitud descarada de la otra persona.
Entendemos la crítica como algo negativo, como «un toque» a nuestra autoestima. Es como si estuvieran destruyendo la edificación emocional y conductual que hacemos de la vida. Y eso no nos gusta. Entonces, la persona criticada, se vuelve irascible, se pone a la defensiva y comienza a desarrollar un mecanismo de ataque contra esa persona.
En definitiva, cuando hablamos de crítica, hablamos de destrucción. Pero no tendríamos que verla desde esta vertiente tan negativa. Pensemos en las ocasiones en las que hemos sentido que nuestro desarrollo psicológico daba un salto en calidad, un avance en nuestra madurez o personalidad; esas situaciones han venido como resultado de críticas y detección de fallos o errores que hemos cometido. Hablamos que ese error, y su correspondiente crítica, han logrado activar nuestra conciencia y reconducir lo ocurrido, llevándonos a una conducta más completa. Por tanto, dicha crítica ¿no ha sido algo positivo?
El problema es que el ser humano, con su ego a la cabeza, no quiere escuchar lo que hace mal; es más, hay muchas personas que sólo se rodean de quienes «le doran la píldora», de aquellas que sólo transmiten un mensaje positivo. Este tipo de personas, no son conscientes de que se pierden una gran oportunidad de mejora. Si sólo nos dijeran lo bueno que somos y lo bien que hacemos las cosas, ¿no estaríamos cayendo en un paternalismo excesivo?
Cuando hablamos de crítica, hablamos de tres vertientes: la que hacemos, la que nos hacen, y la que hacemos sobre nosotros mismos (la autocrítica). Respecto a la que realizamos, no podemos olvidar que cuando opinamos, estamos dando SOLO nuestro punto de vista, pero no la verdad absoluta. La realidad, aunque es una y clara, tiene muchas ópticas diferentes; seamos, por tanto, prudentes al dar nuestra opinión, entendiendo que habrá otras y que, sólo la unión de todas ellas, dará como resultado la objetividad buscada.
Respecto a la recibida, tendríamos que dejar a un lado tres aspectos que normalmente enturbian la calidad de la crítica: la forma, el momento y la persona que nos la hace. Es cierto que estas tres características son importantes a la hora de la comunicación, pero no podemos caer en el error de centrarnos en ellas y dejar de lado el contenido de la misma. Puede que la persona, el lugar y el momento de la crítica sean los menos adecuados, pero ¿observamos si realmente lo que nos quieren decir tiene una fundamentación adecuada? Solemos infravalorar la calidad de la crítica en función de estos parámetros, pero nuestra función es quedarnos con lo que nos interesa: el contenido. Entiendo que en el mismo momento de la crítica no podamos separar dichos factores (ya que la parte emocional nos lo impedirá), pero nuestra obligación sería, pasados unos instantes, evaluar dicho contenido y aprender de ello.
La autocríticaes el pilar del crecimiento psicológico. No podemos pretender mejorar en nuestra capacidad mental y emocional si no es a través de la evaluación personal e introspectiva. La crítica externa, nos ayuda a obtener y mantener la objetividad de nuestros actos y pensamientos, pero la crítica propia es la que tendríamos que utilizar como eje de nuestra mejoría. No obstante, hay personas que llevan esta faceta a un extremo, haciendo que su autocrítica sea constante y especialmente negativa. Lo único que consiguen es destruir su autoestima y aumentar su inseguridad y frustración. Un proverbio chino decía que «todos llevamos un inquisidor dentro»; pero hay personas que parece que llevan a «toda la Santa Inquisición». Está bien y es adecuado evaluarnos, reconducirnos y mejorar, pero siempre desde la perspectiva positiva y nunca como desgaste. No seamos tan duros con nosotros mismos porque no estaremos logrando ningún crecimiento.
La crítica, sea del tipo que sea, tenemos que volverla constructiva, para mejorar, para aprender,… para ser más completos. La crítica, es la oportunidad que nos da la vida para determinar algo que hemos hecho mal y no volver a cometerlo. Si este proceso lo lleváramos a cabo desde la perspectiva positiva, ¿no sería entonces una suerte que nos criticaran?
Considero que todo está relacionado con la inteligencia "personal" (no "emocional"); con la capacidad que deberíamos tener para "distinguir de forma "consciente" lo que realmente nos puede ayudar a mejorar nuestras vidas.. (con demasiada frecuencia no logramos distinguirlo..)
La cuestión sería distinguir entre esas críticas constructivas y críticas destructivas, sacar el contenido de cada una de ellas objetivamente utilizando la autocrítica, incluso pidiendo opinión a álguien de confianza, evaluar los fallos y los aciertos humildemente y sacar en claro aquello que nos va a enriquecer como personas.
Sin duda, Nati. Hablamos de lo mismo. Ese trabajo interior que tenemos que llevar a cabo para crecer. Es cuestión de práctica.
Y lo que comenta Luzma, es interesante, porque tendremos que tener a personas que nos ayudan a mantener equilibrada lnuestra objetividad.
😉 Muy bueno!!