La vida es bella también cuando llueve”; este es el eslogan que aparece actualmente en los paraguas de un marca de supermercados. Al leerlo el otro día me hizo reflexionar sobre la importancia y el significado que tiene la lluvia para todos nosotros.

Desde mi humilde entender, creo que el ser humano está en una constante “búsqueda de excusas” para argumentar sus cambios de conducta, su apatía por vivir o su aislamiento social. De todos es sabido que el otoño y el invierno generan una serie de alteraciones de vida que empujan a las personas al hacinamiento en sus casas y a tener que vivir respecto a los horarios solares.

No voy a negar que el cambio de estación entre el verano y el otoño provoca un efecto en el estado emocional de cualquiera de nosotros. Es más, otro de los anuncios comerciales sobre este tema hacía referencia a la comparación entre los meses de Agosto y Septiembre, diciendo: “tan juntos en el calendario, y tan diferentes”. Cambios de horarios, de obligaciones, de ritmos de vida, de prisas…

Tenemos la “suerte” de estar viviendo un clima veraniego cada vez más prolongado, con lo que se alarga esa sensación de bienestar que generan los días soleados. Además, aquí en el sur de España, disfrutamos de un otoño y un invierno cada vez menos crudos. Pero aún así, me canso de escuchar en la consulta las argumentaciones en pro de tener una vida menos activa (socialmente hablando) cuando llega el otoño y las lluvias, del tipo “se hace de noche muy rápido”, “dónde voy a ir ahora que está lloviendo”, “con el mal tiempo que hace”, “nos va a coger la noche”…

No podemos permitirnos el lujo de hacer depender nuestro estado emocional y conductual del clima que estemos viviendo en ese momento. No olvidemos que uno de los factores que más sensaciones de bienestar genera a la mente humana es la estabilidad; pues bien, pasamos de unos meses de verano en los que “está bien visto” permanecer la mayor parte del tiempo en la calle, a unos meses en los que vuelve a “estar bien visto” aislarse en casa y tener una vida social mucho más sedentaria.

Y a todo esto nos ayudan los típicos dichos coloquiales como “el sol da vida”, “un día lluvioso es un día triste”, “qué pena que está lloviendo”, “con esta lluvia no te entran ganas de nada”… Nuestra sociedad y nuestra educación nos han hecho entender que esto es así y no nos paramos a cuestionar este tipo de mensajes. Nunca he entendido que un día de lluvia tenga que ser gris, triste o penoso. O que si anochece antes no podamos seguir aprovechando el día como lo hacíamos antes.

Con todo esto nos predisponemos, sin darnos cuenta, a que estos meses sean más tristes, pasivos y aburridos. Con esto no quiero decir que siempre tengamos que estar en la calle y que huyamos de casa en cuanto podamos; el hogar está para disfrutarlo, pero siempre con momentos de calidad. Pero sí abogo porque luchemos contra nosotros mismos para que el tiempo climático no nos condicione nuestro estado emocional.

Para mí, cualquier época del año tiene su sentido y su encanto, y hay que saber sacarle partido. A mí la lluvia me invita a la tranquilidad, a la reflexión, a la nostalgia, a recordar cuando faltaba a clase de pequeño cuando llovía de manera torrencial, a saltar en los charcos, al olor a pino y arena mojada, a estrenar paraguas, a comida caliente, a brasero encendido, a momentos de charlas interminables, a bufanda y guantes, a imaginar el descanso mental de la gente del campo,…

Pero no dejo que este tiempo me haga reducir mi vida social ni mis ganas de seguir viviendo. Me esfuerzo en mantenerme activo, en disfrutar de las mismas cosas como hasta ahora, en sacarle partido tanto al tiempo en casa como en la calle. En definitiva, hago que mi mente no se “venga abajo” e interprete estos meses como tristes, amargos, solitarios o inactivos, esperando únicamente a que vuelva a venir el buen tiempo para “ponerme las pilas”.

Os recomiendo que mantengáis vuestro nivel de actividad en buena forma, que luchéis contra esa desidia invernal que se extiende entre nosotros, que salgáis de ese letargo que os produce el mal tiempo y os cuestionéis del por qué de esa actitud. En definitiva, que prioricéis vuestra felicidad y proactividad a lluvias, cambios de horarios, noches anticipadas y frío.

Nuestro bienestar emocional tiene que estar muy por encima de todo esto.

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