Este artículo lo escribo desde el dolor, la rabia, la incomprensión, el llanto, la incertidumbre, la desolación,…y cuantas más sensaciones negativas pueda sufrir una persona.
Siempre me he sentido un privilegiado por dedicarme a una profesión que me aporta tanto. Mi entorno social me envidia por ello (espero que sanamente), recordándome que no es fácil tener una vida laboral con la que se disfrute y se aprenda tanto como la mía.
Pero dedicarse al mundo de la Psicología, en su vertiente clínica, no es nada sencillo. Mis compañeros de profesión entenderán de qué les hablo. Estamos expuestos constantemente a tratar con las miserias del ser humano, en todas sus facetas. La vida no es fácil ni equitativa para todos. Existen injusticias y experiencias negativas no buscadas que marcan el devenir de la felicidad de una persona.
Ayer me enteré que un antiguo paciente que tuve hace algún tiempo en la consulta, un chaval con 20 años, sufría un accidente de tráfico que le iba a impedir volver a caminar de por vida. Acudió a la consulta por desajustes típicos de la adolescencia que provocaban en él sensaciones de infelicidad y desesperanza, síntomas que logró superar con la ayuda de una familia implicada y un gran corazón como el suyo.
Pero tuvo que encontrarse con su destino de la peor manera posible. Cómo un chico de esa edad, con toda su vida por delante, acepta una situación como esa. No me limitaré a decir que es injusto, ya que los Psicólogos nos dedicamos, la mayor parte de nuestra vida, a hacerle entender a las personas que el sentido de la justicia no es el que tendría que regir su camino, si no quieren sentirse desgraciados y “maltratados” por dicha vida. Por tanto, no sólo es injusto, sino desconcertante y, si me lo permitís, una auténtica “mierda” (con perdón de la expresión).
Muchas personas se verán reflejadas en este artículo por tener a algún familiar, amigo o conocido en dicha situación. Son muchos (más de los que pensamos) los que sufren algo tan terrible como esto. No sólo ellos, sino su entorno familiar y social, a los que les cambia la vida por completo.
Siempre he dicho que no merezco quejarme de lo que me ocurre en mi vida, que no soy digno de hacerlo porque hay personas que realmente sienten un dolor inimaginable. No significa que mi vida haya sido un camino de rosas, pero he tenido la enorme suerte de, tanto mi entorno como yo mismo, no haber sufrido grandes desgracias ni secuelas que no hayamos podido superar de manera natural.
Uno de los lemas de mi vida es aprovechar nuestro día como si fuera el último. Sacarle el verdadero jugo a la fase de la vida que nos toca vivir. Es más, pienso que los que tenemos la suerte de tener una vida “normal”, debemos obligarnos a estar, de alguna manera, para los que no tienen esa suerte. Creo que el sentido de la palabra Humanidad es exactamente ese, ayudar al que lo necesita.
Nos pasamos la vida quejándonos de esto, de aquello, de lo que tiene el otro, de lo que me falta a mí,…, magnificando problemas que, en su esencia, cabrían en un bolsillo. Piensa la de cosas de tu día a día que das por sentado, que piensas que siempre estarán. No seas ingrat@ y valóralas, aprovéchalas y disfrútalas. Esa rutina se vuelve excelencia cuando nos la arrebatan.
A todas aquellas personas que estáis en una situación parecida o sufriendo alguna desgracia de la vida…NO ESTÁIS SOLOS. Mirar a vuestro alrededor y veréis que existen personas que sufren, de alguna manera, con vuestro dolor. De la manera que saben o pueden.
Francisco, te mando desde aquí todo mi cariño y apoyo, mi ayuda incondicional y mi fuerza moral para superar esta situación. Tienes una familia maravillosa que sabrá darte todo el cariño y el amor que requerirás en esta vida. Y siempre me tendrás para hacerte ver que la vida es mucho más que poder caminar, que hay muchas maneras de encontrar la felicidad y que te mereces alcanzar la tuya.
MUCHO ÁNIMO Y FUERZA PARA TODOS LOS QUE OS SENTÍS REFLEJADOS EN ESTE ARTÍCULO.
Es la primera vez que te leo y te aseguro que no la última. Felicidades, tienes el don de transmitir con la palabra, que no es poco.
Muchas gracias por tus palabras y gracias por leerme.
Es la primera vez que te leo y te aseguro que no la última. Felicidades, tienes el don de transmitir con la palabra, que no es poco.