Solucionar o controlar un problema requiere tiempo; ese tiempo, requiere haber tomado una decisión firme; esa decisión firme, requiere unas capacidades que nos impulsen a creer en nosotros,… Esta es la dinámica normal de la toma de decisiones en los diferentes ámbitos de nuestra vida. El problema aparece cuando no tomamos la decisión, cuando pensamos que aún es pronto para ello, que no ha llegado el momento, que no estamos preparados. Y el tiempo sigue pasando, día a día, esperando que una mañana nos despertemos y “algo” nos toque con su varita mágica y diga “hoy SI es el día”… Pero ese mañana no llega.
Mientras, nuestra mente se va frustrando por el objetivo no conseguido, por acumular consecuencias negativas debido a la indecisión, por sentirnos “infieles” a nosotros mismos.
Pero los mayores problemas aparecen en dos sentidos: la destrucción mental que, poco a poco, se va generando, y el traspasar el punto de no retorno para poder conseguir una resolución adecuada del conflicto.
Esto les ocurre, muy a menudo, a muchos padres de niños pequeños; un día, empiezan a ser conscientes de que su hij@ tiene una problemática de importancia en su comportamiento. Pero desde ese día en el que son conscientes de ello, hasta el día de ponerse “manos a la obra” para solucionarlo, pasan, normalmente, meses o años.
Cuando acuden a consulta, intentan encontrar un “remedio milagroso” para que ese niño solucione sus problemas. La dificultad radica en que esos padres tienen un desgaste psicológico muy alto y, por consiguiente, una disposición ficticia hacia el cambio. Además, la mente del niño, ha tenido varios años para afianzar su comportamiento disruptivo.
No tenemos que esperar a que un problema tenga que somatizar en síntomas físicos; no tenemos que esperar a que una pareja utilice la violencia como modo de comunicación; no tenemos que esperar a que un niño sea expulsado del Colegio;… en definitiva, no tenemos que esperar a que las consecuencias sean extremas. Nuestra mente no es infinita, ni nuestra paciencia, ni nuestra capacidad de frustración. Todo tiene un límite. Y la “destrucción mental” que genera no atajar los problemas en su debido momento es incalculable.
Por favor, dejémonos de esperar, de dejar las cosas para el último momento, de esperar soluciones mágicas, de que el destino “solucione” nuestro problema. Dejemos de ser seres pasivos encomendados a “algo” que nos libre de nuestros males. Vamos a ser proactivos, personas que asuman responsabilidades, que no miren para otro lado,…En definitiva, seres maduros.
Si estás teniendo un problema y sabes que tarde o temprano tendrás que solucionarlo, mi pregunta es ¿realmente tienes que seguir esperando más tiempo?
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