Una de las grandes cuestiones que se ha planteado la Humanidad durante todos estos años ha sido si realmente existe esa persona que se compenetre con nosotros al 100%, lo que coloquialmente se ha llamado “mi media naranja” (expresión que critico por lo dependiente de su significado). La mayoría de las personas tienen en su mente el paradigma de cómo tendría que ser ese compañer@; pensamos, fantaseamos, soñamos y nos dejamos llevar por todas esas referencias (fundamentalmente visuales) que nos han ido conformando una percepción de la persona ideal, y que, desde mi entender, ha llevado a marcar un estándar de perfección que difícilmente encontraremos.
Pero no es menos cierto que, hoy en día, podemos observar una proliferación de rupturas sentimentales que hacen cuestionarnos si realmente estamos sabiendo, por un lado, escoger a esa persona y, por otro, saber llevar una relación de pareja estable.
Después de muchas horas de consulta y de haber escuchado tantos listados y requisitos que una persona tendría que tener para poder considerarse adecuada en una pareja, y teniendo en cuenta lo que psicológicamente se define como una mente equilibrada (y sin olvidar la subjetividad de la materia de la que hablamos), se pueden establecer unos parámetros que podemos utilizar como pilares de lo que la otra persona tendría que tener para haber cumplido con nuestro primer cometido: la elección. Estos parámetros son:
- Atracción: y no sólo en referencia a lo físico, sino a la persona en sí, a su manera de ser y a esa sensación de que la consideremos diferente a las demás.
- Inteligencia: intelectual y, sobre todo, emocional, es decir, a saber expresar sentimientos, a tener empatía, etc, y, todo ello, reflejado en los distintos ámbitos de la vida (familiar, social, laboral,…).
- Humor: tanto con las situaciones de la vida, como con uno mismo, en aspectos tan importantes como el optimismo, la positividad, la alegría,…
- Inquietud por crecer interiormente: la mente es un órgano que tenemos que mantener activo y en desarrollo constante; dejarse aportar por otros puntos de vista, aprender, interesarse por temas diversos,…
- Buena persona: que tenga buen corazón y que su objetivo no sea dañar a los demás; sinceridad, respeto, confianza, entrega…
- Madurez: en referencia a todos los ámbitos de la vida; toma de decisiones, responsabilidad, comportamientos, reflexiones mentales,…
- Realización personal: no depender de la otra persona para sentirse realizado; confianza en uno mismo, felicidad interior, crecimiento personal,…
- Comunicación: la base de cualquier relación humana; expresarse, escuchar, hacerse entender,…
- Independencia: respetar el espacio y la individualidad de la otra persona; saber gestionar el tiempo en solitario adecuadamente.
Para responder a la segunda cuestión que planteaba, es fundamental tener en cuenta tres parámetros para llevarlo a cabo: el primero, saber ceder y ser generoso con la otra persona. No podemos comportarnos de la misma manera que cuando nuestra situación es de libertad absoluta y soltería.
El segundo de ellos, es la importancia de mantener viva la relación de pareja. Existe un desgaste lógico en toda relación entre dos personas, pero tenemos que ir controlando dicho desgaste mediante la comunicación y la atención a los diferentes parámetros de la relación.
Y el tercero, el más importante de todos, por el que tendríamos que empezar y el que decantará el devenir de la relación es: ¿tengo yo todo lo que exijo en la otra persona?
Transcribo dos párrafos del último libro que estoy leyendo (Los enamoramientos, J. Marías);
“…Para mí es el único modo de reconocer este término que todo el mundo emplea con desenvoltura pero que no debería ser tan fácil puesto que no lo conocen muchas lenguas, sólo el italiano además de la nuestra, que yo sepa, claro que yo sé pocas…Tal vez el alemán, la verdad es que lo ignoro: el enamoramiento. El sustantivo, el concepto; el adjetivo, el estado, eso sí es más conocido, por lo menos el francés lo tiene y el inglés no…”
“…en general la gente no experimenta eso con un adulto, ni en realidad lo busca. No aguarda, es impaciente, es prosaica, quizás ni siquiera lo quiere porque tampoco lo concibe, así que se junta o se casa con el primero que se le aproxima, no es tan extraño, esa ha sido la norma durante toda la vida…”
Me parecieron bastante interesantes, además de tremendamente casuales, sobre todo después de la última conversación que tuvimos sobre si el fracaso de las relaciones residía en una “mala elección” de la pareja.
Pero, y si fuera así (que no lo dudo), y además, ya conocemos esos “pilares de lo que la otra persona tendría que tener para haber cumplido con nuestro primer cometido: la elección” (y son 9!!), como tú dices, y ahora qué?…
Pues ahora a seguir siendo tan especial como eres y a esperar a esa persona que seguro habrá por ahí fuera. No debes perder la esperanza. Además, ya sabes que se puede cambiar. Si tú lo has hecho, ¿Por qué no los demás?.
Y hablando de una "mala elección"…
¿No creéis que en el fondo, si es buena o mala, sólo se sabrá después de intentarlo?
Quizá aparentemente una persona dice o parece cumplir todos esos pilares, y resulta que después te llevas un chasco, porque en realidad no es así. Y sin embargo, aquel que parece que no cumple todos tus puntos y con el que pareces "aventurarte" acaba dándote la mayor sorpresa de tu vida…
Pero y si igual no deberíamos "elegir" hasta no tener claro cómo es la persona?. Deberíamos, acaso empezar toda relación por una amistad? (osea, lo contrario de lo del amor a primera vista…)
¿Y dónde queda el corazón, el instinto…? Lo que sea… ¿Dónde queda todo eso? A veces quién no arriesga no gana, y quizá ni nosotros mismos cumplimos la lista; pero podemos aprender… ¿y qué mejor que aprender juntos? Quizá es mi propia utopía…
Entiendo lo que decís. Pero como todo en esta vida, tenemos que orientarnos por unos parámetros con los que movernos en el proceso.
Es cierto que la persona menos esperada puede sorprendernos y ser ella la elegida. Pero no podemos ir probando una y otra vez hasta dar con ella. Si en el proceso no nos desgastáramos, vale. Pero sabemos que eso no es así.
Y el empezar por una amistad me parece adecuado, siempre y cuando tengamos cuidado de no pasar el "punto de no retorno", ya que probablemente no podremos salirnos de ella sin sufrir.
Podemos vivir ese proceso utilizando exclusivamente la parte emocional y dejarnos llevar por ella. Pero siempre recomendaré utilizar, además, la parte racional.
Ya, pero y si lo que queremos es aprender a esquiar (para dejar de caernos) y para ello vamos al mejor monitor a que nos enseñe.., con quién querríamos seguramente tirarnos por la montaña más espectacular, la más alta, la más arriesgada? Quién nos daría más seguridad? Quién sería nuestra mejor pareja para el descenso…? No es esto un tremendo riesgo?
Teniendo paciencia y utilizando nuestra parte racional (además de la emocional), seguro que encontramos a esa persona para acompañarnos en el descenso…
Ahora el riesgo es aún mayor…