Desde hace unos años, y debido al aumento de casos de violencia de género y a la sensibilidad de la sociedad ante dicha lacra, cuando hablamos de RESPETAR lo hacemos refiriéndonos a conductas como insultar o agredir física o verbalmente. Pero estos son conceptos que en cualquier relación entre personas tendrían que existir por definición. No nos tendría que hacer falta redactar ninguna ley para cumplir estos principios básicos de la convivencia humana.
Para mí, el respeto va mucho más allá de todo eso. No podemos conformarnos con que no haya gritos en casa, ni portazos, ni agresiones. Cuando hablamos de respeto, nos referimos a entender las individualidades de cada persona y de aceptar que somos entes muy distintos. Venimos de educaciones muy diversas, de entornos sociales diferentes, de experiencias de vida de todo tipo, e incluso de culturas variadas. No es menos cierto que, como parejas, tenemos que cumplir unos «requisitos mínimos» para que la relación se desarrolle de manera sana y adecuada. Pero hay que tener muy claro que esa base que se exige no puede entrar en conflicto con la propia esencia de la persona.
Muchas de las parejas que han asistido a consulta, por el mero hecho de decidir compartir una vida en común, dejan de ser esas personas individuales que han sido durante muchos años. La consecuencia inmediata de dicho comportamiento es eclipsar esas individualidades de cada uno que, a medio plazo, necesitarán desarrollar para reconocerse como los que eran. Por tanto, comenzamos la relación no siendo nosotros mismos e intentando ser un tipo de personas que no somos.
No quiero abogar por la idea que muchas personas defienden de mantener sus ritmos de vida cuando están en pareja de la misma manera que cuando no la han tenido. Todos tenemos que ser consecuentes con las decisiones que tomamos en nuestra vida; tener pareja no es simplemente sentirnos acompañados en los momentos que lo necesitamos. Tener pareja significa renunciar a parte de nuestra libertad por un bien común. Pero sólo a una parte.
Desde mi perspectiva, para que una pareja se considere sana, no pueden hacer que sus dos vidas se conviertan en una; los espacios privados de cada persona representan un margen vital para que el equilibrio de la pareja se mantenga. Es cierto que esa línea de separación entre «lo individual» y «lo de pareja» es muy fina, pero tenemos la obligación de buscarla, consensuarla y mantenerla. Recomiendo a todas «mis parejas» que cada cierto tiempo se evalúen, se analicen y determinen el rumbo que la relación lleva. Revisamos y controlamos la mayoría de los aspectos de nuestra vida: la casa, el coche, el trabajo, la economía, etc, pero muy pocas personas ocupan parte de su tiempo en evaluar la relación emocional que tienen.
Si nos ocupáramos más de mantener el respeto, la comunicación, los objetivos comunes y las individualidades de cada uno, no nos quedaría tiempo para entrar en conflictos por temas que ni competen a la pareja, pero que, poco a poco, la terminan minando.
Respetar es aceptar, comprender, implicarse, … En definitiva, es una demostración de sentimientos y de las emociones que sentimos por esa persona. No basta con decir «te quiero»; hay que demostrarlo con esa comprensión.
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