Hace mucho tiempo, cuando mi andadura en la vida comenzaba a rodar, escuché por primera vez, de uno de mis referentes más importantes, la palabra “motivación”, sin que pudiera imaginar la dimensión y magnitud de dicho término. Nuestra querida Real Academia de la Lengua la califica como “el conjunto de factores internos y externos que determinan en parte las acciones de una persona”. Desde mi humilde entender, de dicha definición suprimiría “en parte” ya que, por mi experiencia de tantos años como psicólogo, he podido comprobar que la motivación lo es todo (o casi todo).
Cuando pequeños, nos ocurrían cosas tan fantásticas como no tener que poner el odiado despertador ni desesperar a nuestra madre para que nos levantara de la cama cuando tocaba excursión, mientras que en la semanas rutinarias era un verdadero suplicio para todos. O que nuestra memoria se volviera sorprendentemente poderosa a la hora de aprendernos cientos de letras de canciones (a veces de idiomas que ni conocíamos), mientras que para aprendernos la tabla periódica hacíamos malabares y reglas nemotécnicas que, la mayoría de las veces, quedaban en meros intentos fallidos.
El secreto estaba en la motivación, en la ilusión, en mantener nuestra mente contenta y distraída en algo que nos gustaba, que nos hacía sentir bien. Era la magia de la mente, que se veía reflejada en una reacción hasta fisiológica que nos permitía desarrollar “superpoderes” y disfrutar de experiencias como nunca antes habíamos vivido.
Pero el ser humano NECESITA de esa motivación, sobre todo cuando empezamos a ser adultos, cuando la rutina y el desgaste mental de los años se van apoderando lentamente de nosotros. Y es ahí donde acuño el título de este artículo: “un motivo cualquiera”.
Hace un par de fines de semana pude comprobar esa magia en los carnavales de Cádiz: en dicha fiesta, una multitud de personas se reúnen con el simple propósito de disfrazarse y pasarlo bien. Pero no solo es eso; si miramos más allá, nos daremos cuenta del beneficio psicológico que tiene: familias enteras y grupos de amigos se llevan preparando durante medio año ese disfraz que lucirán en esos días, buscando un motivo cualquiera para convivir y disfrutar; e incluso, muchos de ellos, se esfuerzan en crear músicas y letras, ensayadas durante todo el año, con el simple objetivo de cantarlas esos días.
En definitiva, han buscado una motivación para reunirse con amigos y familiares, inculcarles a los más pequeños la ilusión de dicha cultura, mejorando y perfeccionando el aprendizaje de músicas e instrumentación,…Han decidido hacer que la vida sea más que esa rutina y ese desgaste mental del que tanto nos quejamos diariamente.
Y esto ocurre con cualquier tipo de festividad o momento social: Navidades, Semana Santa, romerías, verano, Patrones, cumpleaños, aniversarios, puentes, fines de semana, excursiones, carnavales…da igual el motivo que elijamos para motivarnos y hacer de la vida algo más que trabajo y rutina.
Nuestra mente está deseosa de disfrutar, de estar alegre, de quedarse embobada con cualquier cosa,…de ser feliz como cuando éramos pequeños. El problema es que la mente humana parece que viene diseñada para percibir y regocijarse en lo negativo y en el sufrimiento. No nos cuesta trabajo pasarlo mal, criticar, envidiar, quejarnos, culpar, ser pesimistas,…Por tanto, si no nos forzamos a disfrutar de las cosas, a sacarles el jugo que merecen, a ilusionarnos con cualquier excusa, a planificar momentos positivos,…nuestra mente se va muriendo, la vamos aniquilando poco a poco.
La recomendación que suelo hacer constantemente a mis pacientes es la de buscar un motivo cualquiera para motivarnos. Si miramos a nuestro alrededor y percibimos las circunstancias de nuestro entorno, nos daremos cuenta de la cantidad de oportunidades que tenemos para realizar este tipo de acciones. Da igual qué hagamos, con quién o dónde. Pero no olvidéis que tenemos que cuidar nuestra mente (al igual que nuestro cuerpo), y la mejor manera es manteniéndola motivada y ocupada en algo que nos permita desconectar, aunque sólo sea por unas horas.
Excelente.Gracias
Es muy importante sentir la necesidad de sentirse útil, necesario, etc. Tener un objetivo que refuerce el día a día.
Un placer
Completamente de acuerdo con tu artículo